Shimla es una ciudad a 4853 bocinazos de Delhi, muy pintoresca y llena de subidas, incluso cuando desando mis pasos en la búsqueda de hotel. No es fácil encontrar dónde hacerlo pero me alojo, y con mucho gusto revoleo la larva de veinte kilos que llevo por equipaje. Logro dormir, a pesar de las ocho horas y media de diferencia horaria y los bocinazos que quedaron haciendo eco en mi cabeza.
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En mi trabajo quiero transmitir sensaciones. Transportar al espectador a la simpleza, la perfección y lo asombroso del mundo natural, a esos momentos mágicos de conexión con éste, donde la maravilla del universo se traduce al lenguaje cotidiano por medio de líneas, planos, texturas y colores. Más en mi biografía.