Diario de viaje 35.
Martes 6 de junio. Ribadiso da Baixo a Santa Irene.
Etapa 34: 18,3 km.
St. Jean a Santa Irene: 751 km.
A Santiago: 23,3 km.
Salimos tranquilos y tarde, como siempre. En Arzúa paramos a desayunar unas excelentes y abundantes tostadas, con jugo de naranja y café. Es extraño escuchar cuando nos vamos, de parte de la señora que nos atendió, no un “buen camino” sino una “buena entrada”. Me mató.
Pero el camino anduvo bien, hubo muchas más fuerzas que ayer. Caminamos hasta Santa Irene, a veintitrés kilómetros de Santiago y nos alojamos en un albergue privado que está muy lindo, aunque no termina de convencerme; no sé muy bien porqué.
Siento algo respecto a las chicas. Me replanteo si debería haberme despegado o no. Por un lado charlé mucho menos conmigo mismo, pero por otro viví muchas más cosas que antes.
Y el estar tan cerca de Santiago me mata.
Solo falta un día.
Y se termina todo.
Ya no escucharé el: “buen camino” nunca más. A pesar que éste, según dicen, realmente empiece en Santiago. Tengo sentimientos encontrados: por un lado el fin de la peregrinación, por otro volver a ver a mi negra.
Mucha gente hace la peregrinación para pedirle algo a Santiago y nunca antes se me había ocurrido qué pedirle. Finalmente hoy creo que lo sé y es que me ayude a ser su herramienta para el crecer de la gente. No sé si con algún don o no, pero definitivamente quiero ser una herramienta del amor.
Espero que me queden muchas cosas de este mes caminando. Creo que he vivido demasiado de golpe. Tan lento para entenderlo y tan rápido para juntarlo todo en una óptica diferente.
El enfrentarme con mi vida entera, con mi historia, con mi muerte, con mis sueños, mis deseos, mis pérdidas, mis sufrimientos. Pude sentir el amor de Philos, Eros y algunos lapsus de Agape. Conocí un mundo de personas y diferentes culturas, vidas y opiniones; y sufrí, disfruté, me angustié y viví como nunca. Cuesta condensar todo esto en una sola vida. Mucho más cuesta estrujarlo en un mes.
6 de junio del 2000. En dos días cumplo 35 años, y recibo mi compostela. Quiero que ésto sea un quiebre que me ayude a cambiar cosas. Me encantaría decir que San Leonardo me ayudó a romper las cadenas que me atan. Que ya no soy egoísta, orgulloso, vanidoso. Pero no puedo.
Pasó el mes. Mis pies llegarán a Santiago como lleguen. O quizás no, pero espero que lo hagan apoyándome en el piso.
Hoy pasé por el hito de Guillermo Watt. Un peregrino de 69 años que palmó a un día de Santiago. Es raro como se demuestran las cosas. También puedo morir mañana, y el camino entonces habría terminado dos veces en vez de una.
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