Diario de viaje 27.
Lunes 29 de mayo. El Acebo – Ponferrada.
Etapa 26: 16 km.
St. Jean – Ponferrada: 568,8 km.
A Santiago: 205,4 km.
Las bifurcaciones son incomprensibles. Salir del albergue por la puerta trasera. Encontrar el bar cerrado y no poder volver. La calle. La humedad. Y la puerta por la que salí, que antes no diferenciaba, ahora distingo. Es la que están cerrando con llave. Abre el bar. Y entro. Encienden la música que anoche supo ser Pimpinela. Y temo. Suena: Mike Oldfield!! otras dos veces me pasó de viaje: en Tailandia: en el bar del francés en Chiang Rai y en otro más, pero no me acuerdo dónde Amo otra vez. Me siento realmente bien.
Desayuno dos veces de tan bueno que está el jugo de naranja, el café y las tostadas. Al rato de estar ahí, llegan dos peregrinos terriblemente chivados, y nos cuentan que vienen de Rabanal del Camino. Ahá!! les decimos, nosotros en cambio venimos de acá arriba. Toman algo y salen cagando. Pero no dura mucho el bar tranquilo, pues a los cinco minutos entran cuatro más, ¡pero que vienen de Astorga!, y luego dos más y tres más, y dos más… Y el bar se llena de peregrinos, sacados de urgencia por llegar antes, por salir disparados. No tardan más de diez minutos en desayunar y salir corriendo nuevamente. En eso, la chica de la barra sale a servir una mesa y se cae con todos sus kilos que no son pocos. No se mató de puro culo. Pasado el susto, vuelve la corrida de peregrinos que entran y salen. Como siempre, los miramos con nuestra cara de: “juro que no lo entiendo”. Pero pagamos y salimos, porque ya no consumiremos más y los que llegan no tienen más lugar donde sentarse.
La caminata hasta Molinaseca es agradable. Este es un hermoso pueblito donde quedarse, pero a este paso no llegaré a Santiago hasta el año que viene. Paramos en un restaurante y, mientras comemos unas patatas bravas sentimos un ruido: alguien se cayó en la puerta del restaurante mientras traía o llevaba algo segunda caída. Luego de descansar un rato, nos vamos. Al salir me siento terriblemente cansado, agotado. Como que algo me chupó toda la energía. Camino como puedo los ocho kilómetros hasta Ponferrada. Pero no solo estoy cansado de más sino que además siento ampollas por todos lados. Algo realmente extraño. Llegamos tipo cinco de la tarde. Nos habían contado que el albergue tenía cuartos de cuatro, pero cuando llegamos ya estaban todos llenos; además el hospitalero me retó porque tiré ceniza del pucho en el patio abierto! Los hospitaleros son gringos, y un poco histéricos. Preferimos un hostal, así que nos vamos.
El único que tiene lugar, es el que Toño había nombrado primero: la pensión Roma. Una pensionsucha de 1300 ptas. por persona con cuartos bastante chotos y baño compartido. Vamos a tomar un café. Apenas salimos, un chico que caminaba con la madre se cae en la calle nos damos cuenta por las puteadas de la madre. Es la tercera caída del día. Ya en el café, y habiendo sido atendidos escuchamos un ruido seco. La mujer que atiende detrás de la barra se fue a la mierda también cuarta y última caída.
Cenamos en un bodegón gallego que había por ahí. Comimos un caldo gallego y unas merluzas con papas. Volvemos al hotel, me fumo un pucho en el balcón de las chicas y vuelvo a mi ratonera a dormir. La cama es tan mala que mi cuerpo queda en V. Aparte del quilombo de ruidos de las habitaciones cercanas. Pero bueno, algo dormí.
Extraño día del camino como siempre. Pero no sé dónde está la enseñanza o lo que debo aprender.
Arranque con Mike Oldfield cuando previsiblemente era totalmente imposible.
Las cuatro caídas. Dos de meseras.
La pérdida de energía repentina.
De cinco hoteles que buscamos, cuatro cerrados o que no existen.
Todo, en un hermoso día de sol. Andaaaaaaa.
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