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Vivir el hoy.

Leo · octubre 04, 2022 · Del día a día, Fotografia de naturaleza, Fotografía de paisajes, Fotografía de paisajes · 0 comments
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Buenos días, cómo están?
Tuve una semana movidita y no pude subir nada, ya que anduve de viaje por Mendoza.
Y de allá, me traje dos situaciones que me llamaron la atención (bah, al menos dos).

La primera, simple y cortita que trataré hoy se basa en gran parte en la fotografía.

En Malargüe hicimos la excursión al volcán Mala cara. Yo llevaba mi cámara compacta, ya que sabía que no podría extender trípodes ni hacer fotos “profesionales”, ya que tampoco era ese el objetivo del viaje en sí.

Durante la recorrida dentro de las cárcavas del volcán sentí que era momento de quedarme solo y le pedí al guía que me dejara retrasarme un poquito antes de salir. El lugar era muy oscuro ya que estábamos casi en una cueva cerrada, solo un hilo de luz entraba por la parte de arriba y, esta suave luz dibujaba y resaltaba las formas redondeadas de las paredes.

Intenté fotografiarlas de una y otra forma. Utilicé todos los recursos a mi alcance para intentar extraer, de la cámara, algo parecido a lo que sentía, a lo que quería transmitir. Pero una velocidad de obturación tan baja hacía que eso fuera imposible.

Sabía que pronto vendría el siguiente grupo y no tenía mucho tiempo, así que guardé la cámara y saqué el celular. Siendo nuevo y no habiéndolo probado mucho, sería una apuesta difícil, pero no tenía otra opción.
Y le di, y le di y le seguí dando, probando cosas, intentando. La pantalla me mostraba cosas interesantes, pero sé como son estos aparatitos, en esa pantallita todo es maravilloso pero en casa, luego, veo “la realidad”.

Ayer cargué las fotografías en el programa que uso habitualmente y, vaya sorpresa!, las fotografías del celular son, lejos, mucho mejores que las de la cámara (de la cual siempre estuve orgulloso porque tiene una calidad muy cercana a mis cámaras profesionales). Y no solo eso, sino que las fotografías tomadas con este celular económico, no tienen nada que envidiarle a las de mis otros equipos. Acá subo una, casi sin retocar, como para que vean en qué andaba.

Pero el mensaje es simple. Si con un celular que cuesta un décimo de lo que cuesta una cámara puedo fotografiar con una calidad tan similar, es que la cosa evolucionó.
Y si lo hizo la tecnología, es hora de que también lo hagamos nosotros, los fotógrafos, los profesores de fotografía, los fotoclubes o lo que fuera.

Es hora de comprender que las cosas ya no son como eran. Que cambian cada momento, que todas las herramientas son herramientas, que todos los momentos nos proponen desafíos, básicos o complejos, pero en los que a veces está bueno replantearse si uno lo está haciendo bien o lo está haciendo en piloto automático aunque cueste.

Jamás hubiera probado el celu si hubiera estado con mi equipo completo. Y quien dice jamás hubiera llegado a estos resultados y no necesariamente hubieran sido mejores.

Jamás hubiera escrito todo lo que he escrito últimamente acá si no hubiera pasado todo lo que pasó, que no es nada en particular o, al contrario, todo absolutamente todo fue particular, ya fuera un mareo, un plan que salió torcido, una palabra, una mirada o una emoción, o todas ellas en línea.

No estaría escribiendo acá estas cosas si no hubiera nacido donde nací, en la familia en que nací y si no hubiera transcurrido mi vida como lo hizo, minuto a minuto por cincuenta y siete años. Cada segundo contó, cada segundo fue un pequeño peldaño en esta larga escalera, un pequeño paso en esta larga peregrinación. No hubo segundos al pedo, no hubo días perdidos.

Recuerdo haber leído alguna vez que Woody Allen dijo (vaya uno a saber si fue verdad y si fue él): “me llevó cuarenta años tener éxito de la noche a la mañana”.
Esto es lo mismo, agarrar el celular en el medio de una escena hermosa pero difícil parece algo natural, pero posiblemente mis cuarenta años de fotografía lo hicieron, no mi pensamiento.

El que no haya puteado y pataleado dentro de la cueva por no poder fotografiar como imaginaba también fue producto de cada paso dado, de cada problema superado, de cada ilusión perdida, de cada momento vivido.

Todo llega porque tiene que llegar. Y vuelvo a a algo que ya dije alguna vez y que estos días de vacaciones con amigos repetí muchas veces: “todo lo que es, es”.

No es mala suerte ni buena suerte, simplemente “es”. El resto lo pone nuestra mente, nuestro ego.

Lo que vivimos hoy es consecuencia de lo que hicimos ayer. Por eso, es importante comprender que “Hoy es el ayer del mañana”, es decir, lo que hagamos hoy es lo que determinará en parte nuestro futuro. Es lo que hará que saques el celu cuando pensabas en la cámara, lo que contribuirá para que agradezcas y ames en vez de que putees y patalees porque las cosas no salen como creés que deberían salir, es lo que va haciendo tu camino cada día.

Por eso, te deseo un hermoso presente, un dulce y amable “hoy” ya que el amor de hoy es lo que creará un futuro más amoroso.

Te abrazo.

—————

Disculpen, lo que sigue no era parte del plan al escribir esto, pero recuerden que tengo un curso personalizado de fotografía con el celular, además de las mentorías personalizadas y otros cursos que ofrezco.
Digo, por si a alguno le picó el bichito y tiene ganas de aprender a aprovechar el celu al máximo…
Si les interesa me escriben y les cuento.

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En mi trabajo quiero transmitir sensaciones. Transportar al espectador a la simpleza, la perfección y lo asombroso del mundo natural, a esos momentos mágicos de conexión con éste, donde la maravilla del universo se traduce al lenguaje cotidiano por medio de líneas, planos, texturas y colores. Más en mi biografía.

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