Los colores del otoño que más me conmovieron este año (y hasta ahora), fueron los del Cañadón de la Mosca en el sector que se quemó el verano pasado.
Fue el único lugar donde me detuve, bajé del auto y me senté, en el guardrail, a mirar, sentir, intentar comprender y despedir.
Sin tristeza, sin amargura.
Sino con respeto.