No creí que mayo pudiera ser tan productivo. A pesar de haber salido muy poco a fotografiar, quedé conforme con los resultados generales y, más aún, con estas perlitas.
Este mes tengo cuatro para mostrarles.

Los colores de los nothofagus en otoño tiñe el paisaje del Parque Nacional Nahuel Huapi de tonos cálidos. A orillas de la ruta 40 en la Pampa del Toro.
Una de principios de mes, volviendo de Bariloche, donde un otoño que se pasó y en el que no pude salir a fotografiar por no estar en la Patagonia, me dejó caliente. Tenía que ir a Bariloche y sabía que podía pescar algo a la vuelta. Jamás creí que sería con un 400 mm. El siete colores explotaba nuevamente, pero esta vez estaba un poco pasado ya. Estaba nublado y el juego de luces y sombras enturbiaba la toma. El teleobjetivo largo era el único que me permitía aislar el sujeto lejano. El contraste entre las rocas y los bosques me encanta.
En el caso de las dos siguientes, venía de dar vueltas por el lago (Puelo), buscando hongos sin encontrarlos. Entonces, me fui a uno de mis dos paraísos setíferos de la Comarca: la Catarata de El Hoyo. Estaba hermoso y, luego de un ratito, al acostumbrar la mirada, comenzaron a aparecer honguitos por todos lados. Hoy les muestro dos, una Ramaria patagónica que siempre me encanta por como contrasta con el entorno.
El segundo hongo no sé qué es, pero estaba ideal para probar una técnica que leí hace poco, que posiblemente trabaje mejor con hongos transparentes, pero esta dio un resultado que me gustó y por eso la subo. Podría decirse que es un buen comienzo, al menos para mi.
Esta fotografía la tomé un día que salí de casa a pasear, a fotear más bien, caminando, mientras esperaba a mi hija. No tardé mucho en ver esto, nada más cerrar la tranquera. Los álamos, que en algún momento del año son una excelente barrera contra el viento, lo que favorece cultivos o la habitabilidad de un lugar, en otro son un increible espectáculo al teñirse de amarillo. Y las hojas caen y queda poco y nada, y estos últimos vestigios de un otoño que pasó, ante un cielo que pinta frío, me pareció que describía bien este otoño que lentamente empieza a irse.

Los álamos retienen las últimas hojas amarillas del otoño que pasó. Detrás, un cielo cargado de nubes típico de está estación.
Y por último una toma desde la cumbre del cerro Currumahuida. Siento que, a diferencia de las anteriores, esta es una de esas fotografías difíciles, que cuesta masticarlas. Como con la música, done las canciones pegadizas vienen, te sacuden, las bailás, las cantás, te pudrís y pasan, en cambio, hay ciertas canciones que van por otros derroteros: un Sigur Ros o el Concierto de Aranjuez de Chet Baker son de esas obras que tenés que escuchar más de una vez para entenderlas. Bueno, con las fotos siento que pasa lo mismo. Algunas llegan, golpean y se van (lo cual en esta época de placer e inmediatez no es nada malo marketineramente), otras vienen y no le gustan a casi nadie, pero tienen aura. En este caso no creo que llegue a memorable ni mucho menos, pero siento que tiene algo que va más allá de lo común. Ya la entenderé. Cumbre, niebla, frio y el sol que comienza a asomar en la cumbre del Cerro Currumahuida.

Paisajes de las alturas del Cerro Currumahuida en lago Puelo, tras un amanecer repleto de neblina, un arco iris monocromo ilumina un árbol aislado al medio.
Veremos cómo viene junio, mes difícil para la foto ya que las temperaturas bajan demasiado y está el otoño terminando y no empezó el invierno, es decir, ni pito ni flauta, ni chicha ni limonada, ni colores ni nieve… pero siempre puede haber una niebla o una helada. Quién sabe. Lo lindo de vivir en Patagonia y en el medio del mundo natural es que, a pesar que cada año se repite, cada año es diferente. Todos los junios son tan similares como opuestos. Ver la diferencia está en uno. O ver la similitud. Ya les contaré.
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