
Detalles de la orilla del mar cuando se retira la marea. Piedras, caracoles.
Sábado y domingo son los días que me gusta dedicar a chusmear los blogs de fotografía y hoy, mientras veía qué se decía, me agarró una sensación de que ya era suficiente. Que está bien así, me aburrió ver constantemente más y más de lo mismo. Me harté de ver jóvenes que como no usaron película de rollo ahora lo descubren y les encanta y “descubren” el mundo que acabamos de dejar atrás. Me aburrió ver mil opiniones de millones de equipos nuevos que salen al mercado cada día y también ver que los que aprenden foto de paisaje hacen todos las mismas fotos de paisaje y los de calle lo mismo y tos lo mismo. Y es todo igual e igual e igual y no pasa nada más que eso.
Me está aburriendo ver las mismas cosas una y otra vez. Imágenes del mundo sin sentimientos, sin subjetividad. No son opiniones, son solo retratos de frente. Al punto que hoy se me cruzó una fotografía de un cachorro de elefante prendido fuego saliendo de la selva tras su madre y aunque era verdaderamente horrible, sentí que esa imagen fue hecha por la foto, no por la historia. Me costaría creer que la cría de elefante realmente le importara. ¿Cómo explicar los sentimientos en una fotografía? No lo sé realmente, algunas veces me sale pero creo que producto de la suerte, no de la técnica, no consciente. Y es por eso que no podría enseñarlo tampoco, ya que los sentimientos están en el ser humano, no en un taller de fotografía. Y creo que justamente todos los talleres, cursos, workshops que conozco carecen de eso: de desarrollar la expresión del sentimiento, de la emoción. Podría afirmar incluso, que carecen de la pasión correcta si es que hay tipos de pasión.
La fotografía que vi esta mañana. La fotografía que vi estos días dejó de respirar, dejó de latir. Damos vuelta tras recetas conocidas, cotidianas, imitativas. Hace veinte años hubiera pagado oro por ver imágenes de la vida cotidiana en Bali o de una tribu maasai en Kenya. Hoy las veo a diario, millones y millones de ellas y no siento conocer nada nuevo realmente, no logro sentir a los pobladores.
Veo imágenes no visiones. Veo conjunciones de líneas, puntos, planos, colores pero no almas. Ni en el foto periodismo lo veo ya. Me harté de enfrentarme a fotografías terribles, dolorosas, sangrientas, tragedias, llantos… Lo siento, quizás soy demasiado añoso y ya las vengo sufriendo hace más de treinta y cinco años. Vi fotos horrorosas de guerras mundiales, de VietNam, de Malvinas. Vi gente muriendo de hambre en África, miles de niños con mocos y moscas y todo esto desde hace años lo sigo viendo aún. Y me pudre. Vi caras y caras y miles de caras de la calle. Tan diferentes como pueden haber sido creadas por la paleta de Dios, al moldearlas y la de cada uno luego al vivir la vida e ir cambiando su expresión, viviendo cada cicatriz.
Siento que la simplicidad de la nueva fotografía, el hacer la toma, retocar y subir una foto, es tal que pareciera que ya no hace falta que pensemos nada más acerca de ello. El nuevo mundo se convirtió en mirar, tomar, tocar, subir, verificar cantidad de likes y olvidar. En total una hora. O dos.
Creo que si hoy me preguntaran si me gusta tal o cual foto, si fuera enteramente sincero te diría que no, que muy posiblemente no me gusta. Porque no me mueve, no me despierta, no me conmueve, no me hace viajar, ni emocionarme. No me aburre siquiera. Porque no te veo, ni un poquito, veo un mal reflejo de un Steve McCurry, un pedacito defectuoso de Ansel Adams o la chispa más apagada de Martín Parr por nombrar algunos.
¿Dónde quedó nuestra alma? ¿Enterrada bajo qué App? ¿En qué red social? Siento que con la fotografía está sucediendo lo mismo que pasó con el diseño, tan cotidiano se volvió que desapareció. Parece que vemos diseño por todos lados pero realmente no vemos casi nada. Y siento que la fotografía sigue el mismo camino, tanta tanta foto nos está volviendo ciegos.
Y no es solamente una crítica a los jóvenes, a los viejos, a los nuevos en el tema o a los que fotean hace mucho, es a todos, es a mi y a mis amigos fotógrafos también. Lamento haber perdido aquel amigo que de alguna manera mantenía prendida la llama del verdadero valor de la fotografía, del verdadero oficio, del verdadero arte. Hoy me siento a oscuras, siento que me pierdo. Que es más fácil subir alguna imagen de vez en cuando para mantenerme a flote y que no me olviden, en vez de hundirme y que esto me obligue a reinventarme. Tengo millones de ideas mucho más valiosas que las posibles fotos que estoy buscando hacer, pero me cuesta crear un nuevo lenguaje, necesito creer en muchísimas cosas para hacer eso, necesito tener mucho tiempo que hoy no tengo y, lo peor de todo, necesito tener muchísimo coraje que parece que no consigo encontrar. Coraje para bucear dentro mío y comprender qué es lo que realmente necesito expresar. Coraje para apostar y perder si es que eso ha de ser (aunque sé que gano más si saco algo auténtico que lo que perderé porque a nadie ele guste). Coraje para vivir una experiencia en vez de mirarla desde atrás de la baranda. O del visor.