Por motivos personales tuve que ir a Baires con el auto. Viaje relámpago o, si se puede, más rápido y corto aún. Hace muchos pero muchos años que no iba conduciendo a Buenos Aires, pero esta vez no me quedaba opción, así que lo hice. Tranquilo. Me tomé tres días de ida y tres de vuelta. Por eso casi no estuve allá.
Como tenía intención de visitar amigos en el camino tomé rutas diferentes, yendo por el valle de Río Negro de ida y subiendo desde Río Colorado hasta Santa Rosa (bah, cerca porque estaba cortada la ruta por inundaciones) y volviendo por la ruta del desierto de La Pampa.

Ruta 40 camino a Confluencia, Neuquén.
Lo interesante fue que el último mes trabajé en la nueva Guia Visual que, esta vez, será de mamíferos. Y para esto estuve muy metido en las características de los diferentes mamíferos terrestres patagónicos. Es más, en los últimos días analizaba si incluir el ambiente en que se mueve cada uno y, justamente para entender todo esto, tuve que leer e investigar un poco más los diferentes ambientes patagónicos, al menos en las características que los diferencian a grandes rasgos. Por eso fue muy interesante ver cómo iba modificándose el paisaje a medida que transcurrían los militantos kilómetros que tuve que recorrer hasta abandonar la Patagonia (considerando que esta incluye a La Pampa) y lo mismo a la vuelta.
Me llamaron la atención muchas cosas, posiblemente porque es la primera vez que hago este viaje en auto, solo, luego de dedicarme tantos años a investigar fotográficamente la naturaleza de esta región. La primera, como dije, fueron los cambios de ambiente. Es realmente llamativa la diferencia entre bosque y estepa, eso es obvio, pero también es muy marcada la diferencia entre estepa y monte. O más bien, entre estepa de pastizales y estepa arbustiva. Como cambia cuando hay agua y cuando no la hay. Y llegando a Buenos Aires casi me impresionó la vida que trajeron todas estos años de inundaciones. Si, de paso puede que haya lavado un poquito esa porquería de RoundUp, pero es impresionante la cantidad de bichos que se ven al andar el camino, aves de todo tipo principalmente, aunque también tuve la suerte de ver maras, choiques, zorros…
Joder que es grande la Patagonia y yo recorrí un cachito de su parte norte nada más. En alguna medida, puede que no se parezca en nada a su parte sudoeste, si lo comparo visualmente, pero si intento sentirla, son casi iguales. No sé, siento que hay aire, que la vista camina lejos, que está casi virgen, que no tendrá muchas sorpresas pero las tiene. Y más lo sentí al momento de entrar en la provincia de Buenos Aires. Rápidamente desapareció el monte para dar lugar a las plantaciones, inmensas, con aislados grupos de árboles acá o allá, pueblos más grandes y en alguna medida impersonales, no sé, con otro idioma, otra aura. No puedo decir que no me gustaran. Pero sí puedo decir que ya no soy parte de ellos. Tantos años acá hicieron que me enamore de la poca densidad de población general de la región.
Volviendo veía como me pasaban los autos de turistas apurándose por llegar rápido a su destino en la cordillera. Oía sus conversaciones en las estaciones de servicio preguntando cuánto faltaba. Y pensaba en la idea de camino y de destino. En apretar acelerador y a ciento cuarenta mil por hora sólo pensar en llegar. Siempre lo había hecho así este recorrido y sólo lograba que el camino se convierta en un intermedio largo y aburrido. Esta vez fue diferente, ya que al ir solo preferí ir despacio y tranquilo. Admito que disfruté plenamente el camino, la tensión de la velocidad alta desapareció dejándome ver las plantas, la fauna, los paisajes, las aves que poblaban la ruta. Y todo esto logró que el destino se convirtiera solamente en una consecuencia y no en la zanahoria tras la que correría por unos días sin disfrutar de nada más. Porque así es cuando el viaje es el destino y no sólo una línea que me separa del lugar al que debo llegar.

Paisaje de estepa. una silueta de árboles de cada lado de una loma y al fondo una montaña nevada. Cercanías de Bariloche, Río Negro.