Me encantan los blog, más si son hispanohablantes. Gente que se expresa, que dice lo que piensa y que, en caso que no coincida con lo que están diciendo, puedo cerrar y seguir con lo siguiente.
Y me gusta leer en qué anda el mundo de hoy, pero no según los diarios sino según los habitantes, qué hacen, qué piensan, en qué creen. Sin embargo, algo que me sorprende, es la facilidad que suele tener la gente para dar veredictos terminantes, para anunciar verdades, para tener la posta.
Siento que uno muchas veces siente que sabe que “algo” es verdad y cree que “algo” es verdad, lo cual me parece correcto. Pero también creo saber (porque he cumplido más de cinco años, porque intento razonar sobre las situaciones que voy viviendo y por que me interesa no herir al prójimo) que cualquier verdad en la que yo crea puede ser transitoria (es decir, dejará de ser verdad en algún momento -como cuando a los quince afirmé que mi cabeza tenía pelo!) o relativa (lo cual quiere decir que es verdad para mi pero no necesariamente para ti – por ejemplo si asegurara que la forma más cómoda y eficiente de hacer pis es de parado).
Es por este motivo que siempre intento aclarar que lo que escribo no es más que mi opinión o mi parecer al respecto. Hoy les pido, por medio de esta entrada, que piensen un poco en eso. Desde ya que todos hablamos y afirmamos “verdades” constantemente y sería insoportable ir abriendo paraguas del tipo, “ojo, es mi opinión”, cada vez que cerramos una oración, pero el no hacerlo nunca o en ciertas situaciones más delicadas, siento complica mucho la cosa porque cada vez veo más gente crédula, mucha gente que es seguidora nata y, desgraciadamente, cada vez más gente que no piensa, no razona, no procesa lo que lee o lo que ve, no evalúa si es cierto o no, si le parece lógico o no, sino que va y compra sapos.
Y salvo que vendas batracios, me parece que no está bueno que te la pases vendiendo huevadas por ahí, porque muchas veces dejamos marca. Sin darnos cuenta. Sin mala intención. Lo sé, pero marcas al fin. Y eso, siento, es lo que nos está haciendo pelota el cerebro como sociedad. Si, desde ya que no seremos tan perjudiciales como ciertos presentadores de televisión, políticos o personajes famosos, pero sólo porque no tenemos tanta difusión, sin embargo, existen las redes sociales y éstas rebalsan de crédulos que son más que los que creemos y quizás, sin querer, vamos dejando (o comprando) verdades absolutas que lo único que hacen es limitar, amputar, cercenar y no se me ocurren más verbos (y el diccionario de sinónimos está lejísimos como para ir a buscarlo).
Por ejemplo, la tan conocida y mentada: “hay que disparar en manual” (si, tenía que cerrar con fotografía, para variar). A ver, esto de disparar en Manual viene desde hará unos cuarenta años como mínimo cuando solo existían dos tipos de cámaras a las que accedía el público en general: las réflex y algunas profesionales de visor directo que eran manuales te gustara o no y las compactas que sólo eran automáticas. Y la cosa era simple, las cámaras automáticas andaban de la hostia en el ochenta por ciento de los casos, pero olvidate que lo hiciera en casos complicados (contraluz, nocturna, movimiento, etc…) y si querías aprender o fotografiar algo más complicado tenías que tener alguna con la que pudieras hacer algo más que apretar un botón, ya que para apretar el botón estaba el inodoro (al menos en aquella época post cadena y pre palanquita). Volviendo, así fue como se convirtió la oración “disparar en manual” en sinónimo de “yo sé (estudié) fotografía”. Pero los años pasaron y todo evolucionó mucho, pero mucho mucho y ahora usamos cámaras noventa por ciento electrónicas, digitales y automáticas. Y en estos treinta y pico de años ciertos automatismos evolucionaron hasta ser mucho más exactos, cómodos, rápidos y precisos que lo que fueron en las primeras cámaras automáticas. Es más, aunque pongamos el selector en manual, la lectura de luz que nos entrega la cámara es tan automática que generalmente no tienes idea que luz estás leyendo…
En estos últimos tiempos vi dos situaciones recurrentes en alumnos y conocidos: la pérdida del momento mientras hurgaban entre velocidades, isos, diafragmas y cosas raras de ese tipo y, fundamentalmente, la pérdida de la intención en la fotografía por estar absolutamente enterrados en cálculos y huevadas. Y todo esto en un momento en que tranquilamente podrías poner la cámara en algún automatismo apropiado, o en semiautomática, y asegurar la toma, idea, concepto y, con eso en la tarjeta, luego sí te pones a jugar.
Y todo esto no fue por culpa del primero que dijo que “hay que disparar en manual”, sino por los dos mil ochocientos millones de nabos que lo siguen repitiendo como un mantra.
Y toda esta entrada es, desde ya, mi punto de vista, que de absolutos estoy hasta el moño.
Como le dijo el jefe sioux a Trump “En un todo de acuerdo”
Muy bueno Leo!
Abrazo.