Hurgar caminos diferentes, cada día, pero en el mismo lugar, en el mismo sentido.
Y dar vueltas y vueltas, para intentar llegar al mismo destino de siempre: el simple y absoluto placer del laburo bien hecho. Sin embargo, millones de cosas se cruzan en el camino para que este se demuestre esquivo. Por más que lo intente, siempre aparece por ahí alguna circunstancia que no me permita lograrlo. Trabas mías muchas veces, como la de hoy que es no saber cómo programar para hacer una buena página web, no saber arreglar una pérdida de agua en el auto o cómo hacer para extraer la pulpa de la mosqueta sin cocinarla. Otras veces, la traba no es mía, sino externa. Y acá es donde encuentro que la gran mayoría los que las promueve es el desinterés, la dejadez, la mediocridad, el placer inmediato y por ende superfluo, el totalparaqué.
Y esto me duele. Porque siento que no pudimos enseñarle a la siguiente generación, que vale la pena hacer bien las cosas y aunque no salga perfectamente, al menos que la intención sí quisiera lograrlo. Me hubiera encantado que pudiésemos haberles enseñado que el amor es muchísimo más copado que un polvo, que el camino por andar es más duro pero mucho más bello que el camino ya andado, que la fotografía es una forma de expresión, que la lectura incentiva la imaginación, que tanta tele nos va comiendo el cerebrito, que el celu no es más que una representación electrónica de una vida que no es la nuestra y que valía la pena aprender a escribir más o menos bien para expresarnos. Siento que no logramos explicarles que está buenísimo hacer tu trabajo con amor, tomarte tu tiempo con tu hijo aunque a veces se nos complique comunicarnos, por ejemplo.
Admito que no sé cuánta de esta dejadez es Comarcal, es decir, de esta región Patagónica y que no es igual en otros lugares. A veces tengo la esperanza que en grandes urbes sea posible encontrar un poco más de conciencia pero realmente no estoy seguro.
Y es acá cuando me acuerdo que alguna vez dije: “espero de grande no ser tan rompebolas ni negativo” y me río pensando que no, no lo logré parece.
No sé si retomaré el blog. Por un lado porque no sé si vale la pena decir lo que tengo que decir y por otro porque sigo sintiendo que no puedo escribir lo que me sale de los intestinos y eso, estoy absolutamente seguro, es algo que no me hace bien.
Pero cuando recién, en la librería, vi un ejemplar del “Bhagavad Gita” cuyo título en la tapa anunciaba “Bhagavad Guita”, me superó.
Creo que va a ser difícil que si meto la pata se note.
PD: sé que la foto no tiene nada que ver, pero bue, no se puede todo el mismo día, vio? 🙂
a ver: emoticón acá de una carita y los brazos abiertos, otro bailando, y otro tirando papel picado. Todos celebrando. Qué buena entrada. Y más emoticón: pulgares arriba.
Muy buena foto y muy buena reflexión! Saludos