Un grupo de piedras rompe la suavidad y la calma de un lago a primera hora de una mañana con densa niebla. Fotografía en blanco y negro.
No pintaba mal el día, para nada. Había salido temprano rumbo a Cholila, zona que me gusta pero que no suele darme mucha foto. Venía una semana helada, con mucha niebla. Demasiado frío y demasiada fiaca para salir, pero me obligué y desde la mañana venía ligando perlitas: un amanecer con una neblina densa que me dejó bocetar algunas fotos futuras, niebla en el río Carrileufú que me dio unos espejos interesantes pero que no creí aprovechar, también la oportunidad de registrar claramente un Peuco, un ave nativa que no suelo ver muy seguido, metros más adelante pude jugar un rato con un Aguila Mora, a pesar que no estaba lindo ese momento del día para aves ya que la neblina me daba solo fondos grises. Sobre el mediodía, la niebla empezaba a levantar y fui hasta el lago Rivadavia a ver si encontraba algo, pero la niebla seguía ahí, hice algunos intentos con unas piedras en el lago, y no vi mucho más.
Volvía poco antes del atardecer pensando en tomarme un café en Cholila cuando vi el humo, a lo lejos y me acerqué. Estaba casi estrenando cámara, así que me propuse ir a cubrir el hecho como foto reportero, más como un juego personal que con alguna intención de publicar estas imágenes seriamente. Busqué por el lado de los bomberos algunas tomas, otras de lejos registrando el momento, sin embargo, me concentré en los detalles, en los golpes visuales, en la síntesis del hecho. Ahora, revisando el material de aquel día nuevamente, me doy cuenta que las mejores fotos de ese día, son de detalles, la gran mayoría. Y eso, habla muchísimo de mi estilo personal de fotografiar.
Por qué podría ser importante entender cuál es nuestro estilo? Es simple, para no negarlo. Nos ayuda a no dar tantas vueltas mientras buscamos una foto. Aunque en mi forma de trabajar, hoy entiendo que necesito ir desde lo amplio, lo grande, lo abarcativo para ir cerrando y rescatando detalles, toques, líneas. Es decir, necesito la amplitud para entrar en tema. Y puede que me lleve muchas fotos lograr conectarme.
Al rato sentí que ya estaba bien. Cuando estoy fotografiando siempre existe un momento en que se me cae la conexión, tan abrupto como corte de luz, como que se cae el sistema. Me desconecto. Ya no soy parte del lugar ni de las fotos. Lo noto porque no encuentro nada, no me hallo, me distraigo y posiciones que hace dos minutos eran naturales se me hacen incómodas. Quizás había mucha más foto aquel día, pero no para mi.
Antes de volver a casa quise dar una vuelta por el lago Mosquito a ver como estaba. Confirmé que el atardecer no es el fuerte de este lago. Llegaba algo del humo del incendio simulando nubes o niebla. Aprovechando el lago espejado tiré un par de fotos antes de dar media vuelta y volver a casa. Puede que hubiera alguna foto interesante del fuego, pero el resto, a pesar de haber tenido muchas oportunidades, sentí que no las había aprovechado bien.
Hace un par de días, a cinco años de la anécdota que les conté antes, estaba ojeando algunas fotos de ese día y me sorprendí que había unas cuantas conocidas, es decir, de lo que saqué ese día tres fotos están entre las más vendidas y una de las que más llaman la atención en las exposiciones. Por lo tanto afirmaría que aquel día de junio de 2011 fue uno de los días más productivos de mi historia fotográfica profesional a pesar que en aquel momento creí que volvía solo con algunas fotos del incendio. Y todas las situaciones pude aprovecharlas por estar ahí, por haberme obligado a salir, sin rumbo cierto. Por estar abierto. Por estar trabajando.
Te cuento todo esto porque es muy común que siendo invierno y estando frío el clima, lluvioso o lo que fuera, nos encerremos en casa y no salgamos a buscar imágenes, a intentar hacer la magia que sabemos hacer, sintamos que no estamos inspirados, que allí afuera no hay nada más que pasarla mal bajo la lluvia. Te juro que no, que al contrario, los reflejos de la lluvia, los vidrios mojados, las nubes, neblinas, vapores, humos, las salpicaduras, los paraguas, los arco iris, las rutas brillantes, los picos mojados, nevados, las gotas en los ríos, en los charcos, las camperas, guantes, botas, los pájaros inflados, quietitos, los bosques brillantes, vivos, radiantes, los hongos, los líquenes fosforescentes, los caballos, vacas y ovejas mojadas… no sé, las millones de cosas que podemos encontrar afuera acá, en la ciudad y en cualquier lugar del mundo, un día de lluvia, un día de helada o un día horrible es increíble.
Y en caso que salgas y no se cumpla mi vaticinio, si te empapaste hasta los huesos, se te mojó el equipo y todo parece que anda mal, siempre nos queda meternos en un café, en una estación de servicio, en un barucho, una pulpería y tomarte café con leche caliente, un submarino o, mejor, un chocolate con churros o con lo que te guste, desde ahí adentro, resguardado, mirando por la ventana mojada, sonriendo, agradeciendo y descansando. Verás que no pasa mucho tiempo hasta que intentes hacer una foto con el celu a través del vidrio mojado.