Vista del lago Guillelmo desde el alto de la ruta 40 camino a El Bolsón. Un cielo encendido de nubes rojas pinta un atardecer bien patagónico. Provincia de Río Negro.
Volvía ayer de Bari y, como suelo acostumbrar, lo hacía tranquilo, despacio, escuchando música que me permitiera pensar, que contribuya a ordenar los pensamientos que me dejaba un día de visitar clientes, escuchar propuestas, evaluar, pros, contras y, fundamentalmente, mi interior, intentando comprender cómo quiero continuar este camino. Pero, como siempre, todo esto iba haciéndolo sin dejar de controlar el cielo, cómo iba evolucionando el atardecer, buscando indicios que pudieran significar una buena toma.
Y ayer se nubló, sí, por fin el cielo comenzó a cubrirse. Pero se pasó, fue demasiado.Y como la última visita se había extendido más de lo planeado y llegué a la ruta más tarde de lo previsto, sabía que no llegaría para el atardecer al Cañadón de la Mosca y sí, así fue, a la mitad de la hora dorada estaba en el Lago Guillelmo preguntándome qué catzos estaría pasando del otro lado de la montaña.
Subiendo al alto paré en la banquina. Bajé, miré para atrás, envidiando a los que iban para Bariloche, tendrían el posible espectáculo de frente y no de espaldas como yo. Un paisaje a mi izquierda se pintaba con rayas horizontales, pero la luz estaba muy chata, demasiado. Hacia el atardecer, una lenticular impresionante empezaba a perfilarse, pero sobre un cielo azul medio pedorro*. Dos fotos, cuatro fotos, cinco y ya, me subo al auto de nuevo, arranco y al entrar nuevamente en la ruta, veo que el paisaje al sur se colorea. Imposible, pienso, el sol ya se metió debe ser un efecto óptico.
Pero igual salí disparado para ver qué era. Las cumbres se iban pintando con las últimas luces chilenas y yo, intentando interpretar. Subí hasta donde se perdía la vista del lago Guillelmo, paré y salí corriendo con trípode y equipo a buscar un lugar que me permitiera una buena toma. Estaba frío, pero valía la pena esperar el espectáculo completo. Y sí, como todos estos días, fueron saliendo colores increíbles, pintando las nubes como nunca.
Una vez pasado el espectáculo, pensé en los cientos de veces que paré en ese mismo lugar en la ruta buscando una foto con el lago, las montañas y el cielo. Las miles de fotografías iguales que jamás vieron la luz siquiera por no decir nada, absolutamente nada.
Y también pensé que si hubiera regresado colgado en mis pensamientos solamente, jamás me hubiera enterado de todo esto y lo hubiera hecho como tantos otros que me cruzaron en la ruta, directo, rápido y sin volverse atrás a mirar.
*Para mis lectores que no sean argentinos, “cielo azul medio pedorro” significa: “si querés sacale una foto pero casi seguro no servirá para nada”.