Mil veces he mostrado esta imagen y, posiblemente, la haya subido otras mil. Les pido disculpas a los que la conocen demasiado, pero tiene algo que solo expliqué personalmente en la feria algunas pocas veces y me parece que más gente tiene derecho a saber qué es lo más importante para lograr la foto que uno soñó.
Y no, no es equipo.
Ni es sólo suerte, aunque bueno, nunca sabré cuánta incidencia tuvo.
Esta imagen es producto de la visualización y del profundo deseo.
De la visualización porque en el momento en que me propusieron hacer el viaje a Pailemán, pensé que estaría buenísimo poder fotear un cóndor andino posado por primera vez, ya que hasta ese momento sólo los había visto volando. Pero redoblé mi apuesta y pensé que sería alucinante reproducir la foto de Pablo y Chris de años antes pero con una pareja de cóndores macho y hembra, pero con la misma diferencia de profundidad de campo, quedando alguno de los dos (preferentemente el de atrás y si era la hembra mejor) un poco fuera de foco, lo suficiente para reconocerlo pero sin que molestara ni se confundiera con el frente.
Desde ya, que lo hice sin ilusionarme ni tomármelo demasiado en serio. Estaría más que contento con conseguir una foto de un cóndor posado. Y acá viene la parte importante: luego de desearlo y visualizarlo me olvidé.
La foto que abre esta entrada recién la encontré una semana más tarde al bajar las fotos en casa.