Una gota cae sobre la cámara y la empapa, otra en mis rodilla derecha y pasa lo mismo, siento el agua escurrirse por mi cuello y deslizarse suavemente por la espalda; empiezo a creer que la Pakauma –pareo tailandés de múltiples usos– no se caracteriza como refugio de lluvias tropicales, donde una sola gota podría ahogar a una cucaracha. Guardo como puedo la cámara y me dejo mojar, al fin y al cabo, estoy en el trópico y es lógico que esto ocurra.
De a poco el chaparrón se aleja dejando una suave neblina que permite adivinar el curso del río Mae Kok otra vez. Sólo a medida que ella se disuelve vuelven a aparecer altísimos bosques en ambas costas y más tarde, las verdes e impresionantes montañas del norte del reino de Siam.
Lentamente vuelvo al estado de somnoliencia que traía minutos atrás, antes del aguacero. Fatal combinación de un sol, ahora húmedo, y el monótono andar pendular de mi transporte: uno de los antiguos tanques de guerra de Aníbal. No sé a dónde vamos. Me dejo llevar inmerso en una mezcla de fascinación y ensueño que me encanta: recreo la caza del tigre o participo de una batalla donde los soldados no son más peligrosos que hormigas.
Mi acorazado no entiende de emociones. Cada día vive el mismo camino, con el agua más alta, más baja, correntosa o no, pero el mismo río al fin, los mismos árboles y los mismos senderos. El sabe dónde vamos y también que deberá desandar su camino antes que anochezca. Ya no mueve troncos en el bosque sino que lleva un extraño inexperto, que patea sus orejas para doblar o le grita para avanzar y parar. A él, que no sólo sabe la dirección exacta sino que conoce el bosque desde muchos más años de los que yo llevo vividos.
Intento volver a mis sueños, pero lentamente gira la cabeza y resopla aburrimiento, luego levanta la trompa y me brinda el segundo baño del día. Ya no habrá más patadas, ni gritos, ni nada. Sólo quedará el lento pendular y los pasos perdidos en un río sin huellas.
25.10.99 Río Mae Kok. Tailandia.
Hermoso relato Leo. ¿Estás en Tailandia ahora? Saludos desde Córdoba
Hola Cristina, no! Son relatos de épocas pasadas que nunca habían visto la luz…