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La meseta.

Leo Ridano · abril 07, 2016 · Sin categorizar · 1 comments
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Desayunaba leyendo el artículo “Letting go control” de Rafael Rojas (artículo publicado en el número gratis de este año de Landscape Photography Magazine) y se me ocurrieron millones de ideas que quería compartir con ustedes. Ok, puede que no sean millones ni miles, posiblemente sean dos o tres, pero vaya que pesan!

En sí el artículo está buenísimo y me encantaría que lo lean, pero como sé que tengo un público bastante vago e hispanohablante intentaré resumir el concepto principal. Lo que dice Rafael Rojas es : “Al comenzar con nuestra pasión por la fotografía, todo nuestro objetivo es poder tomar hermosas fotografías. El primer paso consiste en dominar la técnica, aprender lo básico del lenguaje visual, crear composiciones armoniosas y balanceadas, y usar la luz de manera que nos permita conseguir la profundidad y drama necesarios en nuestras fotografías. Una vez que logramos estar satisfechos con nuestra técnica, la experiencia y el conocimiento combinan de tal manera que podemos visualizar perfectamente nuestras imágenes antes de encontrarlas en el mundo real.

“El problema de la visualización es que, como su nombre lo indica, pasa dentro de nuestra mente y basándose en cosas que ya conocemos o pensamos que conocemos. Refiriéndonos mentalmente a esas imágenes que ya hemos visto o fotografiado antes, visualizamos imágenes basadas en las mismos modelos. Y luego de un tiempo, la creación fotográfica termina siendo solo la aplicación de viejas ideas en diferentes lugares, con lo que somos capaces de tener un modelo seguro y continuo de imágenes con calidad y belleza perfecta, además de tener una gran respuesta en las redes sociales.”

Creo que ya he hablado de todo esto, posiblemente no en este blog sino en el otro (leofridano.wordpress.com), pero vuelvo a hacer hincapié. ¿Por qué? Porque yo mismo suelo trabarme en esta situación constantemente y veo que a muchísimos de mis conocidos también les suele pasar. Nos es demasiado difícil caer en la tentación del mundo conocido, la tierra descubierta. Sé lo que sucederá en el noventa por ciento de las tomas de flores u hongos (lo que yo llamo mis tomas de naturaleza o macro) posiblemente porque ya llevo diez años haciéndolas constantemente. Y por más que intento renovarme, buscar nuevos encuadres, nuevas luces o situaciones que enriquezcan mi oficio, sé que muchas veces quedo varado más o menos en lo mismo.

No siento que sea igual con los paisajes ya que siempre suele haber un cambio, una diferencia, una modificación: más o menos nieve, nubes diferentes, luces diferentes, el clima, el polvo, la niebla, no sé, millones de factores pueden modificar un paisaje constantemente, dándonos la ilusión que esta foto no es como la anterior. Pero no, al compararlas en el tiempo, vemos que elegiremos una y solo una de ese lugar, a lo sumo dos, y el resto quedarán descartadas o aburriendo presentes si no las hemos eliminado o guardado en algún baúl ya que todas suelen ser muy similares.

[Bien, hasta acá llega la parte linda, amable y novedosa de la entrada. Ahora empieza la otra parte, con esa actitud mía que posiblemente haya logrado que mis redes sociales tengan el número que tienen de seguidores. Pido por favor que no se enoje nadie, esto va con la mejor de la mejor de las ondas. Creo que estamos llenos de fotografía normal, el otro día leía que anualmente en el mundo se toman 38.000.000.000.000.000 de fotografías – lo escribí con números para que se den una idea de la cantidad, treinta y ocho mil billones de fotografía aprobada, de fotografía mediocre, de fotografía conformista. Lo que sigue tiene como única intención el dar un empujoncito, tirar un poco de luz, dar un poco de aire o, si no se sienten identificados, simplemente que pierdan un poco de tiempo, nada más.]

Tengo una amiga que saca fotos de la gente en la calle hará unos cinco años más o menos. Bah, puede que más, pero digo cinco porque fue cuando la redescubrí en su faceta fotográfica. Rápidamente logró dominar un estilo impresionante, muy llamativo y muy gráfico. Hermoso. Inmediatamente cosechó seguidores y admiradores, tanto nacionales como internacionales. Ganó concursos y avanzó como más de uno quisiera avanzar en las redes sociales y algunas no tan virtuales también. Sin embargo, paso el primer año y todo seguía igual y el segundo, y el tercero. Y hoy veo sus fotos y siguen igual.

Ojo, no quiero decir que no me guste su estilo, sino que a mi forma de entender, sigue teniendo las mismas falencias que en sus primeros trabajos. La siento enamorada de las diferentes características de cada retrato: ya sea las arrugas de uno, la pobreza de otro, las expresiones de un tercero, y siento que se quedó en eso. ¿Pero qué pasó con las historias de esas personas? ¿Dónde quedaron? ¿No hay forma de juntar esa mirada con un ambiente? ¿Con un barrio de Buenos Aires? Me encantan, pero las miro y sólo veo rostros diferentes. Dos segundos y paso. Un segundo y me olvido.

El noventa por ciento de mis conocidos que fotografían aves o mamíferos, suelen hacerlo basándose en el mismo concepto. Todas fotos iguales donde lo que cambia es la pose del animal, la cara, la expresión, que movió una pata para allá o un ala para acá. A ver, yo hago lo mismo pero tengo un objetivo claro con mis fotos de animales y no es otro que registrarlos, meterlos en alguna publicación y ya. Pero cuando te dedicás a eso, hay un momento en que hay que dar ese paso extra, ya sea buscar la luz, el momento, la interacción con otro ser, el ambiente, no sé cómo decirlo.

Otro caso común es el de la fotografía de paisajes. Hoy por hoy en lo que se refiere a fotografía de naturaleza, es lo que para mi podría considerarse la fotografía más complicada de todas. ¿Por qué?, justamente porque es muy difícil no dormirse en códigos conocidos: un lago espejado me encanta, diez vamos todavía, más me quiero suicidar con un filtro UV. La primera foto con estrellas movidas me alucinó, la quinta me gustó, a la décima me fui a dormir. Y ni te cuento las de la vía láctea. Ahora todas las fotos tienen la vía láctea, incluso las de día casi. Y pintamos con luces para acá, para allá y con colores y sin ellos. Todas estas fotos cosechan seguidores y aplausos, muchos más aún que los impresionantes atardeceres patagónicos. A ver, vuelvo a aclarar, está buenísimo hacerlo, me encanta fotearlos a mi también, pero este no puede ser nuestro único camino. No voy a dejar de fotear ni de compartir un atardecer que me pegó, tampoco lo haré si me cruzo con la vía láctea o si encuentro un espejo en el próximo lago que visite.

Simplemente digo que combinen el espejo con la vía láctea y el atardecer… no, perdón, no quería decir eso, es que no pude resistirme…

Se me ocurrió otro ejemplo de paisajes: el agua movida. Me encanta el agua movida, sedosa y todo eso. Saqué millones de fotos de las cascadas de la zona, hay muchas por acá (comienzo espacio publicitario: tengo muchas ganas de hacer un workshop de fotografía de cascadas, si alguno quiere avíseme y lo armamos… -fin espacio publicitario), bien, decía, he fotografiado millones de fotos con el agua movida, muy movida, poco movida, movidita y más o menos quietita. Es un efecto hermoso o no, pero tardé muchísimos años en entender que el agua movida es un recurso, no un sujeto. Sin embargo, uno puede casarse con el agua movida y seguir de por vida con eso.

Imagino que todas las modalidades fotográficas tendrán sus caballitos de batalla, sus acostumbramientos y técnicas recurrentes, lamento no poder darles más ejemplos. Por si no te encontraste en ninguno de estos relatos, te cuento cómo es la cosa: cuando pasás un tiempo foteando, cuando te sentís súper cómodo con lo que hacés, cuando al bajar las fotos a la compu y verlas unas cuantas te sacan un ¡guau!, cuando cosechás constantemente “me gusta”, pero de a poco esto último empieza a decaer, o cuando vos sentís que te está faltando algo, que lentamente te vas aburriendo de tus propias fotos, es que algo está pasando.

Sé que no es grave, podrías seguir así toda tu vida y posiblemente volverás a disfrutarlo, pero te pido que no lo hagas, no, mejor sería que dieras el siguiente paso. El de evolucionar desde ahí, el de encontrar tu arte, tu expresión, la historia de la imagen, el “qué pasaría si…”; ensuciá un filtro y fijate qué pasa, sentate en el paisaje y permitite una sola foto en todo el día, preguntale a esa persona de la calle si puede pararse al lado de otra para crear un contraste.

La nota de Rafael Rojas termina diciendo que “hay muchos fotógrafos que pueden ver esta situación como la culminación de esa etapa de su vida dedicada a perfeccionar su técnica (no su arte) fotográfica y dormirse en los laureles. Sin embargo, para otras personas, alcanzar este estado no los lleva a un final, sino al principio de un nuevo camino, uno de descubrimiento donde abandonarán todas las certezas y verdades universales y entrarán dentro de lo desconocido e impredecible. Un nuevo recorrido que empieza tirando por la borda todas las convicciones y conceptos: como control, perfección, planes, buenas luces y clima, y adoptando otros nuevos: como imperfección, humanidad, impredecibilidad (si es que esta palabra existe), sorpresa y serendipia.

“Si nos permitimos perder el control entonces todo se convierte en arte. Si la fotografía es nuestro velero, la intuición se vuelve el nuevo viaje empujado por los vientos de la vida y seremos llevados a lugares, situaciones y sueños que nunca supimos siquiera que existían.”

Nota: la traducción no es literal, sólo intenté recrear sus conceptos lo más fielmente posible. Imagino que Rafael debe hablar castellano pero nunca he encontrado nada suyo en nuestro idioma.

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1 Comments:
  1. Hola Leo
    Muchas gracias por tomarte el tiempo de compartir estas ideas. Esencialmente el mensaje es que no hay que entrar en la rutina y por más que se haya alcanzado un buen nivel técnico, la parte artística no tiene límite y deberíamos buscar siempre nuevas alternativas.
    Muchas veces el ser humano logra sentirse seguro con lo que sabe hacer o en un lugar, y esto lo frena a nuevos desafíos. Pero allí está la cuestión de libertad de espíritu que hay que tener, para encarar nuevos proyectos, retroceder si fuera necesario y avanzar también. Para ser creativo no basta tener una sola buena idea sino ideas que lleven a otras buenas ideas y así siguiendo.
    Bueno Leo, me alegro de estar entre tus seguidores. Un gran abrazo.

    Aníbal Aubone · abril 07, 2016

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