Primero.
Hace unos meses les conté que, al haberse ensuciado tanto el sensor de mi cámara en una limpieza del mismo (ironías de la vida) tuve que empezar a fotografiar con el diafragma muy abierto, para evitar que los puntos de suciedad se notaran demasiado y se hiciera más fácil eliminarlos. Gracias a esto, recuperé la vieja estética que buscaba en el momento en que empecé con la fotografía macro, es decir, la fotografía de detalles que suelo hacer.
No es difícil dejarse guiar por lo que el mercado pide y, en mi caso, fui perdiendo ese “fuera de foco” ya que mis clientes reclamaban (o eso era lo que yo leía de sus elecciones y mis ventas) imágenes más explícitas, más detalladas de las especies retratadas.
El asunto del sensor me obligó a fotografiar fuera de foco y, con todo esto, reencontré o, más bien, redescubrí la parte artística en mi fotografía macro y, aunque ahora ya haya conseguido resolver los problemas de suciedad en las fotografías, este tipo de imagen permaneció.
Segundo.
Un amigo me enseñó las fotografías de Bastien Riu, un fotógrafo francés con un estilo muy marcado donde el manejo de espacios es muy fuerte y donde la parte en foco de la imagen es muy pequeña generalmente, dejando el resto absolutamente desenfocado. Sorprendido por sus fotografías quise buscar más fotos suyas y, oh casualidad, me encontré con todo un foro que hace fotografías iguales, el de Macrophotographie en Facebook. Coincidentemente, todos franceses y todos hacen más o menos los mismo. Igual, aunque me gusta mucho lo que hacen con los juegos de luces y sombras y los desenfoques bestiales, en ningún momento siento que le lleguen a los talones de Bastien.
Pienso cuál puede ser el motivo, la diferencia. Qué es lo que denota tan claramente que esas fotografías no son de él.
Tercero.
Hoy leía una linda nota de Rafael Rojas en una revista Landscape Photography Magazine del año pasado. En ella, hablaba de que la única forma de llegar a tener un estilo propio es trabajando, trabajando mucho. No buscándolo. Pone como ejemplo el aprender a escribir con el cuaderno de caligrafía, lo cual demuestra que es mucho más viejo que lo que supuse o que la educación donde se crió es diferente a la nuestra ya que no hemos usado cuaderno de caligrafía en nuestra época, pero bue, volviendo al tema, lo que el afirma en la nota es que todos aprendemos a escribir igual y, si lo hiciéramos con caligrafía, aquellos primeros trazos posiblemente no, pero los siguientes se irían pareciendo cada vez más hasta escribir todos casi con la misma letra. Al estar siguiendo un patrón y un dibujo similar, todos los alumnos llegarían a escribir igual. Pero luego, la vida, iría torciendo de nuevo esta escritura, deformando la A o la O o juntando dos letras. Todos tenemos ese estilo propio que fue tomando forma con el tiempo.
Y en la fotografía también.
Allegro y finale.
Es importante darse cuenta que la copia por la mera copia, sólo lleva a la copia y simple copia. Hay un momento para aprender y habrá otro para copiar pero en cierto momento también tenemos que jugar, para poder equivocarnos y para poder expresar cosas nuevas.
El trabajo como trabajo y solo trabajo termina poniéndonos límites, muchos límites. Los clientes no suelen tener los pajaritos tan volados como nosotros, los artistas, y es por eso que muchas veces no entienden ni comparten nuestros espacios amplios, los contrastes exagerados o inexistentes o esos grandes y abusivos fuera de focos, por dar algunos ejemplos. Por eso, debemos trabajar para los clientes pero sin olvidarnos de hacerlo para nosotros también. La gasolina que mueve nuestra vida creativa es esa y no hay que dejar de incentivarla jamás.
El equipo es importante pero es complejo. Si cambiamos equipo como cambiamos de calzones seremos unos excelentes comerciantes, pero seguramente nuestro arte se resentirá. Intentá encontrar tu equipo ideal, alcanzarlo de a poco y relajarte. Rápidamente notarás cómo la mejoría en tu técnica y más tarde, también en tu arte.
Tenemos un tiempo de aprendizaje para seguir las reglas y luego un largo tiempo de trabajo para afianzar lo aprendido y sentirnos seguros con el equipo y la técnica, al punto de poder olvidarnos de ambos y que fluya sin que nos demos cuenta. En ese momento, cuando logramos finalmente relajarnos, la imagen empieza a tomar forma propia. La nuestra.
En el cole usé el cuaderno de caligrafía. Después fui la Pitman hasta que me embolé.
Hablé de MI época, no de la tuya!
Papá!
je.
Como te dije en su momento: ‘El desacierto suele ser un acierto’. El desenfoque accidental fue ,tal vez, el mejor accidente que tuviste en fotografía.
Que lo hacen otros? Para vos no deja de ser creación. Su magia es única.
Besos
¡yo también usé el cuaderno de caligrafía! Y eso que soy casi una década más pendex.